lunes, 7 de mayo de 2007

El Humito (mis primeras caladitas)

Cuando yo era un bb de algunos cuantos meses, mi madre que ha dedicado su vida entera a la noble (pero malpagada) causa del magisterio, me convido (Porque decido que así sea aun con mi mínima capacidad en la toma de decisiones, imputable a mi edad) junto con sus alumnos de 5º año, a una excursión a las fascinantes grutas de Cacahuamilpa, ubicadas en el bello estado de Guerrero.

La cueva era por supuesto demasiado fría para mí, así que sin vacilar, La Maestra Juanita “encargo” a sus alumnos a una de sus colegas, para que les guiaran en el divertido paseo y se sentó a esperar tranquilamente conmigo en brazos, en las bancas a la entrada del centro turístico.

Lo estábamos pasando fenomenal cuando un gran grupo de turistas bajo de un autobús y pasó a nuestro lado. Casi al instante en que la muchedumbre se nos acerco, yo, empecé a llorar. Mi mama me arrullo unos minutos pensando q el ruidajo me había molestado, pero su arrullo no surtió efecto. Reviso el estado de mi pañal, estaba limpio. Intento darme de comer, no quise (a esa edad mas o menos dice q deje de mamar, aunque bueno, estoy segura que algunos tendrán otra opinión)

Continué llorando incontrolablemente al grado de haberme tornado en una molestia para todas las buenas personas que se encontraban cerca de nosotros. Ya desde pequeña me gustaba alterar la paz y el orden.

Compartíamos la banca con una folclórica florista. La imagen más típica de la florista de pueblo: Rebozo multicolor a rayas y enorme canasta, llena al tope, pues eran aun las primeras visitas de la mañana, con una gran variedad de flores en tonos chillantes.

Quizás por ser la directamente afectada por mis alaridos inextinguibles, muy propiamente dirijiose a mi madre y pregunto:

- ¿Q tiene la niña?

Mi madre que no tenía explicación alguna para mi malestar le respondió:

- No se, la verdad. Ya la revise y no esta sucia y tampoco quiere comer

Con el tono de un experto en la materia exclamo:

- Tiene aire, ¿Quiere q se lo quite?

Mi madre que llego hasta el 4º año de medicina (le hubiera ido mucho mejor de doitora q de maistra pero en fin tuvo sus razones) no alcanzaba a entender este novísimo diagnostico científico, el cual acababa de conocer por 1ª vez de boca de esta colorida mujer. Sin embargo un tanto desesperada y un tanto aburrida de escucharme pregunto:

- ¿Cómo se lo va quitar? (¿Cómo le cayo aire pa’ empezar?)
- Préstemela

Decidió q si la mujer en cuestión contaba con algún método que me quitara ese Aire maligno y si con ello me hacía callar, estaría muy aliviada y muy agradecida.

No teniendo nada q perder, se hizo la transferencia del bebe llorón.

Mi bienhechora del momento, me tomo en sus brazos, me envolvió en su rebozo y me arrullo un par de veces con el clásico shhhht shhttt que mi madre estaba cansada de articular. Metió la mano a su bolsa y alcanzo una cajetilla de cigarros blanda, de esas de las cuales con un solo vistazo podemos adivinar que su contenido tabacalero carece de filtro.

Encendió un cigarro y cubriome el rostro completemanete con su rebozo. Adquirí en ese momento el grado del BB Tamal. (Tengo la firme teoría de que los mexicanos deberíamos de ser buenísimos para los deportes acuáticos por nuestra alta capacidad pulmonar, que adquirimos a través del concepto del BB Tamal, q consiste en sobrevivir los primeros meses de vida aprendiendo a respirar envueltos de pies a cabeza, bajo interminables capas de ropa y/o cobijas.)

Lentamente fumo el cigarrillo. Exhalaba una y otra vez sobre mí aquel residuo que dejaba escapar de su boca y que al salir tomaba esa característica silueta amorfa q se desprende de un objeto en combustión. Una calada, dos caladas, tres caladas. Comenzó en los pies y subió poco a poco hasta llegar a mi pequeña y oculta cabeza.


Ceso el llanto.

Mi madre quedo perpleja.

Yo, desde entonces, soy adicta al humo.

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